Petrobras abandona la producción de biocombustibles

Mientras la compañía brasileña se desprende de esa unidad de negocio, se prevé que la producción de biodiesel y bioetanol a base de cultivos alimenticios aumente en América Latina en los próximos años. Cuáles son los riegos ambientales y por qué es necesario hacer rentables los combustibles verdes de segunda generación.

Petrobras abandona la producción de biocombustibles

Mientras la compañía brasileña se desprende de esa unidad de negocio, se prevé que la producción de biodiesel y bioetanol a base de cultivos alimenticios aumente en América Latina en los próximos años. Cuáles son los riegos ambientales y por qué es necesario hacer rentables los combustibles verdes de segunda generación.

Enfocada en paliar su déficit, la empresa estatal brasileña Petrobras anunció en septiembre último su retiro del negocio de biocombustibles. Y en las últimas semanas avanzó en la venta de esos activos. La compañía se concentrará, ahora, en la producción de combustibles a base de petróleo. Brasil es uno de los principales países productores de biodiesel y bioetanol y, a pesar de la decisión de compañía estatal, se espera que su producción crezca en los próximos años, según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).

Tanto la continuidad de las inversiones en combustibles fósiles como el aumento de biocombustibles a base de cultivos alimenticios (soja, caña de azúcar o maíz) son malas noticias si se piensa en la necesidad urgente de reducir emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero.

Pese a que la producción de biocombustibles crecerá en la región, Petrobras decidió cerras sus usinas y concentrar sus esfuerzos en los fósiles. Fotografía: Presan Petrobras.

Pese a que la producción de biocombustibles crecerá en la región, Petrobras decidió cerras sus usinas y concentrar sus esfuerzos en los fósiles. Fotografía: Presan Petrobras.

En cambio, son los biocombustibles avanzados o de segunda generación, producidos a partir de algas, residuos forestales o de actividades agrícolas y basura generada en las ciudades, los que se avizoran como sostenibles a largo plazo.

El Acuerdo de París, por el cual 195 países del mundo se comprometieron a evitar que la temperatura del planeta aumente más de 2°C, entró en vigencia el pasado 4 de noviembre. Y el lunes 7 comenzó en Marruecos la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 22), donde se buscará avanzar en acciones para evitar un cambio climático catastrófico e irreversible.

Desde hace casi una década, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) advierte que producir biodiesel y bioetanol a base de cultivos eleva el precio de los alimentos a nivel mundial y no contribuye a mitigar el cambio climático. Al contrario, extender el área agrícola para generar combustible aumenta las emisiones por el cambio de uso de la tierra y produce impactos negativos sobre el agua, el suelo y la biodiversidad.

A modo de ejemplo, la FAO señala que la conversión de selvas lluviosas, turberas, sabanas y pastizales para producir etanol y biodiésel en Brasil, Indonesia, Malasia o los Estados Unidos libera al menos 17 veces más dióxido de carbono que lo que estos biocombustibles ahorran anualmente al sustituir a los combustibles fósiles.

Con estas evidencias, la Unión Europea decidió, en 2014, limitar al siete por ciento el uso de biocombustibles derivados de cultivos alimenticios para el sector del transporte hacia el 2020. Sin embargo, otros países, como Argentina, Brasil y Estados Unidos, insisten en promover su producción al aplicar políticas como el aumento del corte de los combustibles tradicionales con biodiésel o bioetanol y beneficios impositivos.

Y si bien la baja del precio petróleo reduce los precios de los biocombustibles, en el último informe de la OCDE-FAO se estima que su producción mundial crecerá, aunque en forma modesta, hacia 2025. En el caso de etanol, se espera que pase de 116 billones de litros en 2015 a 128,4 billones en 2025; en el sector de biodiesel, se prevé un aumento de 10 billones de litros hacia 2025.

Segunda generación: en etapa experimental y poco rentables

La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) estima que el costo de producción de los biocombustibles de segunda generación hacia 2045 será de entre 0,60 y 1,10 dólares por litro. “A precios del petróleo por debajo de los 80 dólares el barril, los biocombustibles avanzados van a tener dificultades para competir con los fósiles. Pero si los precios del crudo superaran los 100 dólares, la mayoría de los biocombustibles avanzados podría competir eficazmente”, sostiene el informe “Perspectivas de Innovación en los Biocombustibles Líquidos Avanzados”, publicado este año.

Los residuos de la cosecha de maiz son fuente de producción de etanol. Crédito: Keith Robinson/ Universidad de Purdue.

Los residuos de la cosecha de maiz son fuente de producción de etanol. Fotografía: Keith Robinson/ Universidad de Purdue.

El documento recuerda que los biocombustibles avanzados reducen las emisiones de gases de efecto invernadero entre un 60 y un 95 por ciento en comparación con los combustibles fósiles. Y apunta a la necesidad de que los gobiernos promuevan su producción.

En cuanto al desarrollo actual, a fines de 2015, en Estados Unidos había 23 proyectos de generación de biocombustibles avanzados, 12 de ellos comerciales; en Europa 16, nueve comerciales; en Sudamérica, tres proyectos que podrían ser rentables, todos en Brasil; en Asia sólo dos con miras a ser comerciales y dos de demostración; y en Australia, uno experimental.

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