- Fuente: Manos Unidas
- En estos momentos en que las autoridades urgen a la población a que extreme las medidas de higiene lavándose las manos de forma continuada, millones de personas en todo el mundo viven una emergencia hídrica que les aboca al hambre y a la propagación de enfermedades.
- Una de cada tres personas carece de agua potable segura en el mundo y, cada día, alrededor de 1.000 niños mueren debido a enfermedades diarreicas asociadas a la falta de agua apta para el consumo.
- Las sequías cada vez más prolongadas en Zambia y otros países africanos llevan a la población al borde de la emergencia alimentaria.
- Manos Unidas ha aprobado en los últimos cinco años 171 proyectos de acceso y gestión del agua por un importe de 10.120.369 € para apoyar directamente a 789.951 personas en África, América y Asia.
Con motivo del Día Mundial de Agua el 22 de marzo, Manos Unidas alerta sobre las graves consecuencias que el cambio climático está provocando en distintas regiones de África, donde las sequías se están agudizando y el acceso a fuentes de agua segura es cada vez más precario.
En estos momentos en que las autoridades sanitarias españolas urgen a la población a que extreme las medidas de higiene lavándose las manos de forma continuada para evitar la propagación del coronavirus, millones de personas en todo el mundo viven diariamente una emergencia hídrica que les aboca al hambre y a la propagación de enfermedades.
Las sequías hacen más daño a los países más pobres
En un contexto global en el que, según datos de Naciones Unidas, más de 2.000 millones de personas –más de un tercio de la población mundial– no dispone de acceso a agua potable segura, los países más afectados son precisamente los más empobrecidos, como es el caso de Zambia, donde el 85 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
“La población está accediendo a aguas muy contaminadas de arroyos lejanos, charcas y pozos superficiales donde beben los animales.”
A consecuencia del cambio climático, en Zambia las temporadas de lluvias son cada vez más breves y las sequías más duras, lo que ha echado a perder la cosecha de maíz, un cultivo básico para la alimentación zambiana. A cierre de 2019 se había perdido el 70 % de los cultivos de un país que está formado esencialmente por pequeños agricultores. «La situación es crítica, millones de personas están pasando hambre y hay muchas necesidades, sobre todo en las zonas rurales en las que se cultiva para autoconsumo», afirma Leticia del Río, responsable de proyectos de Manos Unidas en Zambia.
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«La crisis climática ha provocado que en las zonas del este del país donde trabajamos no haya caído una gota durante ocho meses seguidos», asegura Leticia del Río, «por lo que la población está accediendo a aguas muy contaminadas de arroyos lejanos, charcas y pozos superficiales donde beben los animales, lo que provoca enfermedades además de la malnutrición existente por la escasez de alimentos».
Pozos frente a la sequía
Las enfermedades diarreicas, derivadas fundamentalmente del consumo de agua en mal estado, y que según datos de ONU matan cada día a cerca de 1.000 niños, están también presentes en estas regiones de Zambia. Para frenar la creciente mortalidad infantil en varias aldeas de Lundazi y Chipata, Manos Unidas y sus socios locales han ejecutado varios proyectos para perforar pozos cerca de las aldeas e instalar sistemas de irrigación que permitan a los campesinos obtener dos cosechas al año.
«Las comunidades tienen ahora la posibilidad de regar sus huertas y acceder a agua potable cerca de sus hogares», explica Leticia del Río. Esto, además, ha cambiado la vida de las mujeres, porque son ellas y sus hijos las encargadas de ir a buscar agua a kilómetros de distancia: «Ahorran tiempo y esfuerzo, y reducen mucho el riesgo que corren los niños de sufrir picaduras de insectos y el ataque de algunos animales».
Abrir un grifo es impensable en muchos lugares del mundo, por lo que algo tan básico como un pozo resulta vital para millones de personas. Manos Unidas aborda intervenciones de este tipo en distintas regiones del continente africano, algunas de gran calado, como la ejecutada durante 5 años en Togo y en la que se ha invertido más de un millón de euros para perforar 135 pozos, lo que ha beneficiado directamente a cerca de 70.000 personas que habitan en zonas rurales muy complicadas y aisladas.