CASI 12 MILLONES DE PERSONAS NECESITAN AYUDA HUMANITARIA EN SIRIA TRAS 8 AÑOS DE CONFLICTO

Acción contra el Hambre pide a la los gobiernos reunidos en la Conferencia de donantes, que comienza hoy en Bruselas, generosidad (en 2018 se cubrió solo el 62% de la financiación necesaria) y que combinen la ayuda de emergencia con la construcción de resiliencia.

La crisis no ha acabado en Siria. Pese a la reducción de violencia general, las hostilidades persisten y sigue muriendo gente cada día. Y aun cuando cesen, la situación no cambiará de la noche al día. Siria es un país devastado, ocho años de conflicto han destruido mercados, medios de vida, infraestructuras de agua… Volver al punto de partida llevará tiempo”, explica la responsable geográfica de Acción contra el Hambre para Siria y la región, Chiara Saccardi.

El retorno debe ser voluntario, digno y seguro
Aproximadamente 1,4 millones de sirios volvieron a su hogar en 2018, pero una gran mayoría se encontró sin casa ni servicios de salud, educación o agua y saneamiento básico, por lo que Acción contra el Hambre insiste en la necesidad de no precipitar el retorno hasta que no se den las condiciones de seguridad y dignidad necesarias para ello.


“Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de retornos no nos referimos a los más de cinco millones de refugiados que hay fuera de Siria, sino que en la gran mayoría de los casos se trata de desplazados internos, un segmento de población que asciende a 6,2 millones de personas que se han visto obligados a dejar su hogar sin salir del país y que tienen más dificultades para acceder a la ayuda internacional”, explica Saccardi. En cualquier caso, el número de nuevos desplazamientos fue superior al de retornos (1,63 millones de nuevos desplazamientos frente a 1,4 millones de retornos).


La limpieza de explosivos es otra de las condiciones claves para el retorno: aun cuando exista un cese de hostilidades, una de cada dos personas está expuestas a los riesgos asociados a minas y restos de explosivos.


Recuperar cuanto antes el acceso a agua y saneamiento básico, una prioridad
Acción contra el Hambre, presente en Siria desde 2008, ha centrado su respuesta humanitaria en la provisión de agua y saneamiento e higiene básicos a la población. La destrucción de los sistemas de agua y saneamiento es uno de los mayores impactos de ocho años de conflicto: “más del 70 por ciento de las aguas residuales no son tratadas y no funcionan los sistemas de tratamiento de residuos, lo que supone una grave amenaza para la salud pública. Los brotes recientes de leishmaniasis podrían ser solo la punta del iceberg”, explica Saccardi.


La rehabilitación de las redes de agua destruidas debe ser una prioridad para la financiación internacional “la distribución de agua con camiones cisterna ya no es sostenible, hay que abordar cuanto antes esta labor de restablecimiento de servicios básicos”, añade.


Hay que financiar una ayuda diferente
En 2018 se financiaron solo 2100 millones de los 3360 solicitados por la comunidad humanitaria. “La reunión de Bruselas es la oportunidad para demostrar que la comunidad internacional no da por zanjada la crisis y sigue comprometida con el pueblo sirio”, explica Jean-Raphaël Poitou, responsable de incidencia humanitaria en Acción contra el Hambre, quien subraya además que la ayuda no puede limitarse a la respuesta de emergencia sino empezar a integrar programas de resiliencia como apoyo a la agricultura, la ganadería y la generación de ingresos. La sequía de 2018 ha supuesto un golpe adicional a la producción de alimentos.


Mujeres sirias, especialmente vulnerables
Acción contra el Hambre ha constatado sobre el terreno el aumento de hogares en el que las mujeres son ahora quienes tienen que procurar ingresos y alimentos, llevando al extremo su carga laboral. Son las niñas además quienes antes dejan de ir a la escuela si la madre cae enferma o para ayudar a sobrellevar esta carga laboral externa y doméstica. También son las mujeres y las niñas quienes reducen sus raciones de comida cuando esta es escasa en el hogar. La dieta en los hogares más pobres está basada en la ingesta diaria de pan, té y azúcar, con falta de frutas, verduras y carne.

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