La violencia causa la muerte de, al menos, 66.000 mujeres al año. Ellas son las mujeres que ya no están. Además, una de cada tres mujeres en el mundo sufre o ha sufrido violencia física o sexual. Ello quiere decir que más de 1.000 millones de mujeres y niñas en el mundo sufren agresiones sexuales, acoso, son víctimas del tráfico sexual, de matrimonios forzados, de mutilación genital o de feminicidio.
Desde Oxfam Intermón apoyamos a organizaciones sociales y a mujeres que combaten esta violencia desde la educación y la sensibilización, la atención a las afectadas, la presión social y política y la denuncia. Ellas son las mujeres que sí están; son avanzadoras que luchan contra unas normas sociales que toleran la violencia hacia ellas. Mujeres convencidas que es posible cambiar estas creencias, desaprender lo aprendido.
Este tipo de violencia destruye la vida de las mujeres y provoca fractura social; es causa y consecuencia de desigualdad y pobreza. Las que viven estas situaciones siente temor y ello es una barrera importante para su participación en decisiones que afectan a sus vidas. Tienden a bloquearse. Pierden ingresos y oportunidades de empleo. Ven limitadas sus opciones para acceder a la educación. Como resultado son pobres y están más expuestas a la violencia.
El esfuerzo conjunto que llevan a cabo Oxfam y las organizaciones sociales ha permitido que se desarrollen 336 programas en los que la prevención de la violencia contra las mujeres y la atención a las supervivientes es clave. Este trabajo ha contribuido a cambiar la vida de 2,9 millones de personas, de ellas el 58% son mujeres y niñas; el resto son líderes comunitarios, jueces, policías, asistentes sociales o sus propias parejas.
En Oxfam Intermón lideramos el trabajo de la confederación Oxfam en este ámbito en Colombia, Guatemala, Marruecos, Nicaragua, Perú y República Dominicana. Y desde hace un año, además, llevamos a cabo un trabajo similar junto a organizaciones de mujeres en España.
Esperanza Soza, Malú Cano, y Reina Candelaria García son mujeres que sí están; mujeres que, tras sufrir la violencia, hoy lideran organizaciones que luchan contra ella:
Esperanza Soza: ella transmite lo que su nombre significa
Es una “defensora” de mujeres en Nicaragua. Su rol consiste en acompañar a mujeres que quieren denunciar su situación de violencia. Explica que “muchas veces, ante las instituciones del Estado, si una mujer no va acompañada de una defensora se la revictimiza”. Ella ha acompañado a más de 900 mujeres en procesos legales, la mayoría de ellas denunciaban el maltrato recibido de sus parejas.
La fuerza que Esperanza transmite consigue que las mujeres no solo se liberen de la violencia. “Hemos logrado en muchos caos que los bienes de la familia pasen a ellas, que se conviertan en empresarias
Personalmente acompañé a siete mujeres que consiguieron ser propietarias de las fincas, hoy tienen sus propios negocios de venta de café”, asegura.
Esperanza trabaja en la Red de Mujeres de Norte ‘Ana Lucía’ y se siente realizada con su labor porque, como ellas misma comenta, “las mujeres llegan a la oficina con una autoestima muy baja si casi sin poder hablar. Cuando veo cómo cambian siento que he contribuido a ello, que he puesto migranito de arena”.
Malú Cano: una mujer que nació hombre
Ella es coordinadora de la Red Trans de Cuba que agrupa a las personas transgénero de todo el país. Con su trabajo contribuye a la promoción de la salud sexual y a la prevención del Sida. Ha llegado hasta aquí después de superar maltrato psicológico y rechazo familiar y social, encarcelamiento por “peligrosidad predelictiva” y contraer la Sida.
Pero “cuando me miro al espejo reconozco a una persona muy valiente que ha vivido adversidades y maltratos siempre mirando hacia delante”, comenta.
El trabajo que lleva a cabo la organización Red Trans, además de apoyar e informar a estas mujeres, quiere contribuir a que exista una legislación clara e inclusiva que acabe con la desinformación y los perjuicios hacia las trans. Como añade Malú: “que una muchacha trans tenga que prostituirse porque no tiene más opción es una forma de ser violentada. Y también es violencia de género no poder continuar los estudios y no poder acceder a puestos de trabajo dignos”
Reina Candelaria Garcia: superviviente en Guatemala
En Guatemala mueren asesinadas unas 700 mujeres cada año y, en el mismo período, se denunciar 64.000 casos de violencia de género. Reina fue una víctima que no se resignó a pesar de los problemas de autoestima que genera el maltrato. Hoy es una superviviente.
La formación y el estudio han hecho posible que rompa con el maltrato y se convirtiera en promotora jurídica y social. Hoy ayuda a mujeres que sufren la violencia en diversos ámbitos, no solo el doméstico.
“Soy feliz —asegura— porque he roto las barreas de la intimidación y el maltrato y puedo ayudar a más mujeres que viven la misma situación que yo viví. Lo único que queremos las mujeres es tener una oportunidad para demostrar que podemos”.