Más allá de la atención inmediata
La cara más visible de la acción humanitaria es el socorro en casos de desastres como terremotos, inundaciones, sequías o conflictos, pero el trabajo va mucho más allá.
Vemos que los conflictos se enquistan y cada vez son más complejos, que se ceban en aquellos países ricos en recursos pero empobrecidos.
También hemos aprendido que los fenómenos naturales afectan más a las poblaciones más vulnerables, que no cuentan con casas ni infraestructuras de calidad que puedan resistir esos fenómenos.
Por eso la acción humanitaria trabaja también en cuestiones como la prevención y la resolución pacífica de conflictos, en la presión política para detener el comercio de armas, y en la preparación y la mitigación de desastres.
Retos y dificultades
La acción humanitaria se enfrenta a retos crecientes, porque las emergencias que se viven en muchas partes del mundo son cada vez más complejas. La mayor parte de ellas se producen en países en los que existen conflictos armados activos, y eso dificulta el trabajo y lo hace más inseguro.
Cada vez se producen más ataques contra la población civil y hacia las organizaciones humanitarias, a pesar de que esos actos violan el Derechos Internacional. También está en aumento el número de personas que buscan refugio: ya son más de 70 millones en todo el mundo.