Las mujeres nigerinas y la urgencia del empoderamiento económico y político

Ante la urgencia de combatir las violaciones sistemáticas de derechos de mujeres y niñas, las mujeres nigerinas se están organizando y están liderando resistencias en diferentes contextos frente a estas violencias.

La ONG DIKO, socia de Asamblea de Cooperación por la Paz en Níger, presenta la serie de vídeos «En Níger, ellas deciden», con testimonios en los que queda patente la desigualdad estructural.

Sadaatou Namata, molinera del pueblo de Tokey (Níger) / Asamblea de Cooperación por la Paz.

En Níger, la sociedad civil se enfrenta a grandes desafíos, ya que es uno de los países más empobrecidos y con una de las brechas globales de género más grandes del mundo. Los indicadores de desigualdad son alarmantes, sobre todo en lo referente a las mujeres y las niñas en el medio rural.

Las mujeres y las niñas se encuentran en un situación de especial gravedad, ya que sus derechos son sistemáticamente vulnerados: tienen un acceso claramente inferior a la educación, a la salud, al sistema de justicia y a los recursos productivos, entre otros. En un país con el número más alto de matrimonios forzosos y precoces del mundo, con una de cada cuatro niñas obligadas a casarse antes de los 15 años, combatir la desigualdad estructural de género se convierte en una necesidad. Una desigualdad estructural patente en los testimonios prestados por las mujeres que aparecen en los vídeos.

Ante la urgencia de combatir las violaciones sistemáticas de derechos de mujeres y niñas, las mujeres nigerinas se están organizando y están liderando resistencias en diferentes contextos frente a estas violencias. Desde distintas organizaciones, entidades y estructuras comunitarias, trabajan para cambiar las reglas del juego, promoviendo la escolarización de las niñas, su independencia económica y, en especial, la participación política de las mujeres, clave para la lucha contra las violencia basadas en género.

La ONG DIKO, contraparte de Asamblea de Cooperación por la Paz en Níger, cree firmemente en que las mujeres deben ser consideradas como protagonistas y no como beneficiarias. Para ello, la ONG DIKO promueve el desarrollo autónomo y democrático en las regiones donde trabaja.

“Formamos a las mujeres para que ellas mismas se hagan responsables de sus acciones, de su lucha para verdaderamente alcanzar un cambio positivo”, cuenta Rabi Yacouba, coordinadora de género de la ONG DIKO, que se centra en promocionar los derechos de las mujeres y las niñas. “Les pedimos aportar una cuota, en función de sus posibilidades para constituir una caja a nivel local para que las mujeres tengan acceso a pequeños créditos y lleven a cabo el pequeño comercio”, explica Rabi Yacouba, que imparte talleres de liderazgo y de organización asociativa.

En Níger, se suele priorizar la escolarización de los niños, relegando a las niñas a roles de género considerados “más útiles” para ellas como el matrimonio y las tareas domésticas. De hecho, solamente el 14% de las mujeres están alfabetizadas frente al 42% de los hombres. Una cifra que se desploma al 7% de las mujeres en el medio rural. Sin embargo, cuando esta tendencia se rompe, el impacto puede ser extraordinario.
Idi Halimatou Moussa es el claro ejemplo de ello. Ella pudo acceder a la educación y estudió físicas y matemáticas, además de un máster en microfinanzas, gracias al apoyo familiar y a su esfuerzo. “El trabajo de cuidados no remunerado es la gran carga que pesa sobre todas las mujeres, pero especialmente sobre las mujeres rurales”, cuenta Idi Halimatou, quien es la coordinadora nacional del programa de dinamización económica de las mujeres rurales (RWEE) de la ONU.

Alimentar a la familia, cuidar de sus hijos, de las personas mayores, de los enfermos son tareas que normalmente asumen las mujeres en el ámbito rural. “Todo este trabajo no remunerado pesa sobre ellas y no les deja ni el tiempo para aprender ni para ocuparse de ellas mismas como mujeres”, aclara Idi Halimatou, quien después de casarse y tener hijos, combatió la presión social, rompió los moldes y se incorporó en el mercado laboral.

El caso de Idi Halimatou aún es la excepción, ya que las mujeres son discriminadas a la hora de acceder a los recursos productivos y controlarlos. Al ser actividades esporádicas y marginales, son percibidas como un complemento al sustento económico familiar, que es proporcionado principalmente por el hombre. Sin embargo, tienen un impacto muy positivo en la variación de la dieta familiar, así como en la escolarización en la salud de sus hijos e hijas. “El uso de la tecnología les alivia las tareas y les genera ingresos”, añade Idi Halimatou.

Fati Amadou, auxiliar de veterinaria y profesora en Foulon Koira (Niamey), comparte el impacto que tuvo en ella y en la comunidad el trabajo remunerado. “Hubo un gran cambio, ya que gracias a nuestras actividades logramos pagar la escolarización de nuestros hijos, pero también el material escolar”. Puntualiza que se ocupan de muchas de las necesidades de sus hijos e hijas, “incluso sin que nuestros esposos se den cuenta”. Para Fati Amadou, estas actividades suponen un comienzo de la independencia para las mujeres nigerinas.

Aissa Djaounga, miembro de la asociación de mujeres de Banimaté (Say), explica que cuando no realizaban actividades que generasen beneficios, no estaban consideradas dentro de la sociedad. “Gracias a DIKO hemos aprendido cómo mejorar nuestras vidas a través de las condiciones higiénicas en casa, cómo lavarse las manos, cuidar a los hijos y curar las enfermedades”, remarca Aissa Djaounga.

La ONG DIKO, socia prioritaria de la ONU Mujeres Níger, también centra sus esfuerzos en el desarrollo democrático y con ello, en promover la participación política de las mujeres. “Desgraciadamente, las mujeres a nivel político estamos minoritariamente representadas y eso hace que no tengamos acceso a la toma de decisiones”, lamenta Hama Safiatou, quien es la teniente de alcalde de la comuna de Say desde hace ocho años y la primera mujer de la región en entrar en política.

En Níger se han producido importantes avances jurídicos para promocionar la participación política de las mujeres y, sin embargo, continúan estando drásticamente infrarrepresentadas en el gobierno, tanto a nivel nacional como a nivel regional y municipal. “A día de hoy, somos catorce consejeros en la comunidad de Say y hay solo dos mujeres. Desafortunadamente, la segunda mujer nunca ha ido a la escuela”, aclara Hama Safiatou.
Ante la baja participación política, es fundamental la labor de mujeres como Hama Safiatou, que reivindica el papel de las mujeres en la política y su participación activa como una condición indispensable para que las mujeres accedan a posiciones de poder desde los que trabajar por sus derechos. “Para que haya una mayor implicación política de las mujeres, es necesario que se interesen en el tema, que abracen la causa. Los derechos no te los dan, se arrebatan”, remarca Hama Safiatou.

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