Fuente: Planeta Futuro
Mirna es productora de café y miembro de Guaya’b Asociación Civil, integrada por 496 familias productoras de diez municipios de la zona de Huehuetenango (noroccidente de Guatemala). «Guaya´b significa ayuda mutua», nos comenta Mirna, «y es por eso que hacemos mucho énfasis en que los miembros de la asociación son familias y no solo pequeños productores». El enfoque de familia es algo muy habitual entre los campesinos latinoamericanos, y ayuda a la comprensión de las dinámicas intergeneracionales y de género.
Las familias miembros de Guaya´b producen café y miel de abeja. Gran parte del café es orgánico y todo es producido bajo criterios de comercio justo; se exporta a Estados Unidos, Bélgica, Austria, España, Nueva Zelanda y Alemania. El actual precio Fairtrade para el café arábica orgánico es de 1,70 USD la libra. A esto se les añaden 20 céntimos de dólar por libra como premio social. Mirna nos cuenta que para su café la asociación está recibiendo justamente los 1,90 USD por libra. Sin embargo, algo que muchos consumidores no saben es que ese es el precio que el comprador paga a la asociación, no es el precio final que le llega al productor.
«Dependiendo de hacia dónde estamos exportando el producto, el porcentaje de gastos que debe cubrir nuestra asociación varía entre un 40 y un 60%, pero casi siempre entre 40 y 45%. Todos trabajamos pequeñas escalas de terreno, por tanto los costos son más altos respecto a una empresa privada. Además, no de todos los compradores recibimos prefinanciación; por tanto, el manejo que tiene que hacer la asociación es más complejo y puede incurrir en pérdidas por las fluctuantes tasas de cambio».
Finalmente, lo que ella como productora orgánica recibe por la venta del café son 1507 quetzales (aproximadamente 200 USD) por quintal. «Para producir ese quintal, tenemos unos costos promedio de 1250 quetzales, y suben cada vez más; por un lado, porque a causa de la roya (un hongo que ataca las plantas) nuestra productividad ha bajado y, por el otro, porque los precios de los insumos son cada vez más altos. Además, si nos referimos al proceso de renovación del cafetal, no solo manejo, los costos suben a 2125 quetzales el quintal».
Es por esta razón que la mayoría de las familias productoras no puede vivir de la sola comercialización del café. «Yo, por ejemplo, también tengo una pequeña tiendita local y, además, una producción de aguacates que logro comercializar en los circuitos cortos de la zona. Ganancias no hay, pero diversificando un poco los ingresos logramos garantizar nuestras necesidades». Resumiendo: si imaginamos que Mirna solo le da mantenimiento a su parcela, estará recibiendo 257 quetzales netos (34 dólares) por quintal; en 2014 comercializó 60 quintales, por un total de 2040 dólares al año de ingresos netos. Si renueva aunque sea partes de su parcela, esos ingresos disminuyen fuertemente.
Mirna, como muchos productores de comercio justo, entiende que el precio Fairtrade es mejor que el mercado convencional, pero que podría ser “más justo” y acercarse más a las necesidades de las familias rurales. «Quizás los consumidores piensen que el precio sea el elemento más importante de la relación de comercio justo. Podríamos decir que lo más importante del precio Fairtrade es el “colchón” mínimo fijo, que actúa como un seguro, porque debajo de él no se pueden estipular contratos de comercio justo. Sin embargo, el precio finalmente se convierte en una contribución pequeña, frente a las exigencias del mercado y la poca capacidad de inversión para proteger nuestro café contra la expansión de la roya y otros efectos negativos del calentamiento global».
Para Mirna, lo más importante del comercio justo ha sido dar a conocer la asociación y sus comunidades a nivel internacional, y construir relaciones sólidas y de largo plazo con compradores comprometidos desde un comienzo. Además, gracias al comercio justo, la asociación se ha fortalecido, ganando reputación y credibilidad, lo cual se convierte en mayores posibilidades de negociar diferenciales de calidad para el producto, sobre todo por ser café orgánico, Fairtrade, amigable con las aves y de altura.
«Nos queda el reto de la sostenibilidad de los cafetales», afirma Mirna, evidenciando, una vez más, que la apuesta por un comercio justo, debe necesariamente pasar por nuevos modelos de desarrollo que tomen seriamente en cuenta el cambio climático, y también la inclusión de los jóvenes en actividades que no se limiten a la mera exportación de la materia prima.