Fuente: Acción Contra el Hambre
“Cuando limitas el movimiento de los nómadas, es como encarcelarnos”, lamenta Mohamad al Mohamad Ali. Como él se sienten los más de 50.000 hombres, mujeres y niños que viven refugiados en el campo de M’Berra, al suroeste de Mauritania. Huyeron de la guerra en el norte de Mali en 2012. Tras años de inestabilidad provocada por golpes de estado militares, la ocupación del norte por parte de varios grupos rebeldes y la intervención internacional, se vieron obligados a dejar atrás sus hogares y sus medios de vida.
Hoy, organizaciones como Acción contra el Hambre con la colaboración de la Comisión Europea y bajo la coordinación de Naciones Unidas, trabajan para hacer del campo de M’Berra un lugar digno para vivir hasta que puedan regresar a sus casas. Y para ello, el agua tiene un papel fundamental: previene el contagio de enfermedades, contribuye a la salud a través de la higiene, garantiza los medios de vida y además actúa como factor de cohesión social.
“Estamos muy orgullosos del trabajo que estamos haciendo. Hemos trabajado para hacer una distribución de agua equitativa a toda la población. Hoy el 70% de los habitantes de M’berra se encuentran a menos de 100 metros de los puntos de agua y la cobertura es casi total”, afirma Mamadou Diop, director país de Acción contra el Hambre en Mauritania.
Desde 2014 se han construido en el campo letrinas, sistemas de almacenamiento, canalización, potabilización y puntos de distribución de agua. Pero Acción contra el Hambre sabe que es la propia comunidad quien debe hacerse cargo de sus propios recursos. Por eso la sociedad está organizada en comités de gestión que además de garantizar el buen mantenimiento de estas infraestructuras, tiene el papel de formar e informar a sus vecinos en buenas prácticas de higiene.