Vacaciones solidarias

Las ONG valencianas ofrecen la posibilidad de viajar a destinos de África o América Latina para cooperar con otras culturas y países mediante un «turismo responsable»

Viajes alternativos. Para quienes desean vivir experiencias diferentes en verano, las ONG ofrecen la posibilidad de realizar viajes solidarios, sobre todo, a destinos de África o América Latina. El objetivo de este turismo responsable es conocer la realidad de otros países y culturas a través de sus gentes, y concienciar.


­Quieren suscitar un cambio en las personas a través de viajes alternativos que ofrecen en verano. Varias ONG dan la posibilidad de pasar las vacaciones de una manera diferente a los viajes convencionales, aseguran, en los que poder conocer de primera mano otras realidades y maneras de vivir de otras culturas.

Jarit Asociación Civil lleva desde 1996 realizando proyectos de cooperación en Marruecos y el Sahara. Apuestan por un turismo que prefieren llamar «responsable» antes que «solidario», porque «todas nuestras acciones tienen una repercusión, incluido el turismo», asegura Andrea Platero, técnica en esta asociación de Russafa.

Durante el año organizan cuatro viajes a Marruecos, en los que recorren varios municipios y parte del desierto de Erg Chebbi. «En Pascua, por ejemplo, se suele llenar, el año pasado llegamos a tener 43 personas». Con grupos de entre 30 y 40 personas, ofrecen un «turismo no invasivo», que gestiona el propio pueblo. Las ganancias las reciben directamente los ciudadanos, por lo que la economía local se beneficia. Por ejemplo, los pequeños hoteles los gestiona la comunidad y la comida la elaboran mujeres de una asociación con la que colabora Jarit, con quienes también se realizan talleres. Así, estos viajes son un «intercambio de herramientas, un trasvase de conocimientos», no «el rico da al pobre», matiza Andrea. Desde la asociación apuntan que Marruecossuele ser el destino al que mayor cantidad de gente que acude».

El perfil de las personas que viajan con Jarit es muy variado. Hay desde jóvenes de 15 años hasta mayores de 65. Parejas, grupos de amigos, estudiantes, personas que viajan solas, algunas interesadas en cooperación y otras con inquietud por conocer, explican desde la organización.

Otra experiencia internacional es la que ofrecen desde Vides, que en España tiene delegación en Valencia y Zaragoza. Quienes estén interesados pueden pasar un mes de verano en un campo de trabajo internacional en Mozambique y México a través de esta asociación que depende de las Salesianas. Pero para ello, antes hay que hacer una pequeña formación, en la que aprenden sobre cooperación, comercio justo, desarrollo sostenible.. Como explica Ana Mendieta, los voluntarios colaboran realizando actividades en un centro juvenil, un hogar de acogida de niñas, o en un colegio de primaria, junto a los profesores. «Ves de forma directa cómo viven, cuáles son sus problemas y alegrías del día a día, y conoces otro país con otros ojos, de forma intensa», destaca Ana.

Al curso de formación suele acudir más gente pero a la hora de pagar el billete de avión, las vacunas y demás es cuando se echan para atrás ya que los voluntarios pagan el viaje mientras Vides se encarga del seguro y del alojamiento en las comunidades salesianas. A pesar de que muchas de las actividades son educativas, los viajeros provienen de ámbitos profesionales muy diversos y, la mayoría, son mujeres, especifican. «Los últimos años no ha habido ayudas al voluntariado internacional, por lo que hemos notado un pequeño bajón durante la crisis», se lamenta Ana.

Por otro lado, con la Assemblea de Cooperació per la Pau del País Valencià se puede viajar en verano en grupos de diez personas a Marruecos y Senegal, donde «no se conocen solo los enclaves turísticos», sino también «la realidad cotidiana» a través de organizaciones locales.

«El que más interés despierta es Senegal por la lejanía y la diferencia con nuestra cultura. Tal vez Marruecos lo encuentran más cercano e incluso accesible en un viaje que ellos mismos se pueden organizar y no tiene tanto éxito», indicaban desde la Assemblea. Aún así, mucha gente participa en este último porque es un poco más económico.

De este modo, por un lado los turistas conocen «el impacto de la cooperación» y por otro «apoyan a la gente que trabaja para que el país cambie y haya menos desigualdades», explica Trini Blanch, la delegada de la Assemblea en la Comunitat Valenciana.

Con estos viajes, los turistas evitan volver a casa con esa sensación de «me hubiera gustado estar más con la gente», asegura Trini, y añade que pueden «disfrutar y aprender más», al estar en contacto real con la población ya que el guía turístico, por ejemplo, es un vecino de la zona. Además, en septiembre también vuelan hasta Palestina para mostrar «la realidad de un conflicto permanente», y uno de los viajeros será un estudiante becado por la Universitat de València.

«Ir con la mente muy abierta»
«Que la gente se implique cuando regrese» es uno de los objetivos de estos viajes. Y es que las tres mujeres de las distintas entidades coinciden en que estos viajes suelen generar reacciones a la vuelta. «Es un trasvase cultural increíble; descubres que otra forma de vida es posible», asegura Andrea, de Jarit, que suele viajar. «Hay que ir con la mente muy abierta para conocerte a ti mismo y también descubrir otras posibilidades». «Hay que conocer, empaparse, volver y contarlo», puntualiza Trini.

«Muchos se dan cuenta de que su vida es superficial y de que se preocupan por tonterías. Dejan de ser consumistas y cambian estereotipos», asegura Ana Mendieta. Ella ha vivido en el extranjero varios años y también ha sido voluntaria. «El primer viaje crees que vas a cambiar la situación; luego te das cuenta de que eres tú quien cambia y dejas tu granito de arena», afirma. El viaje principalmente sirve para conocer y entender qué es lo que ocurre en estos países. Es así como estas experiencias buscan remover las conciencias de las personas e ir creando una sociedad crítica.

Andrea, de Jarit, destaca que al estar en contacto con bereberes, tradicionalmente nómadas, los turistas se dan cuenta de lo que ignoran. «Ellos no saben cuándo nacieron y no celebran cumpleaños, pero son capaces de guiarse con las estrellas y tienen remedios naturales para las enfermedades que nuestra sociedad ha perdido», apunta. Además, también explica que es muy común que los bereberes pregunten «qué se siente cuando estás estresado» porque ellos lo desconocen; «nos muestran que otra forma de vida es posible», asegura, lo que hace pensar al viajero.

Patricia pasó un mes en las aulas de un asentamiento de Perú
Patricia Galisteo cursaba la doble titulación de Trabajo y Educación Social cuando la Universidad Católica le ofreció la oportunidad de cooperar en Perú y esta chica de 23 años decidió marcharse para «probar a adaptarse a otra cultura y salir, ver mundo», según comenta. Estuvo allí durante un mes con tres alumnas más de la universidad, la coordinadora del viaje y un matrimonio. Trabajó dando clase en el colegio de un asentamiento de Perú y ayudó «en todo lo que hiciera falta». Su experiencia fue positiva tanto a nivel personal como profesional. Así explica: «Allí vives cosas muy radicales, cuando vuelves valoras todo lo que hay aquí porque ves que no todo el mundo lo tiene», narra. Recuerda su estancia como «algo bueno y sin duda volvería a repetirlo» donde fuera. «Es una experiencia increíble», asegura.

Ferran enseñó y curó las heridas a los monjes de Katmandú
El terremoto del pasado año en Nepal fue el motivo que empujó a Ferran Piedrafita a viajar hasta la capital del país, Katmandú, para ayudar en todo lo posible. «Veía las imágenes y no podía no hacer nada», apunta. Tras acabar los exámenes, se marchó a un monasterio cerca de la capital nepalí. Estuvo dos meses dando clases en inglés y haciendo curas si los niños se hacían daño. «Fue complicado llegar pero Voluntarios en el Mundo hicieron de enlace y lo conseguí», aclara. Estando allí hubo réplicas del terremoto según cuenta Ferran: «Me levantaba y me iba hacía los lados, temblaban las ventanas pero yo no me quería marchar. Donde realmente hacía falta era allí. En Nepal la gente vive del turismo y si no lo hay, ellos no tienen nada». Se gastó todos sus ahorros pero insiste en que «volvería hacerlo».

Núria preparó dinámicas a niños en una aldea de Guatemala
Una beca de cooperación del Ayuntamiento de Puçol fue lo que llevó a Núria Villalba hasta una aldea de Guatemala. Viajó con tres personas más durante un mes y se encargaba de organizar dinámicas de grupo con niños pero «también trabajábamos con adultos y adolescentes», relata esta chica de 26 años. Las condiciones en las que vivía eran muy diferentes a las de España. «Nos duchábamos con agua de la lluvia, íbamos descalzos y las casas eran de barro», comenta. También visitaba a las familias de la aldea para conocer la cultura y ayudaba en el refuerzo escolar de los niños. «Todo lo que tienen allí te lo dan y eso es algo que aquí cuesta mucho de ver, me impactó mucho», narra. Núria confiesa que «después de aquella experiencia, a día de hoy sigo soñando con irme a vivir a Centroamérica».

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