Fuente: Fundacion Juan Ciudad
Llegué a Douala a mediados de Enero de 2016, hace cinco meses. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya había estado antes en África, pero siempre en zonas rurales, por lo que al principio me costó un poco adaptarme a una ciudad tan ruidosa, con tantísimas motos y donde el transporte público consiste en compartir varios taxis hasta llegar a tu destino. Sin embargo, nuestro hospital se encuentra a las afueras de esta gran ciudad, donde aún se puede cultivar la tierra y donde la gente que viene de los pueblos comienza a asentarse (es por ello que todo este área la llaman “le village”).
Trabajo supervisando las obras del segundo módulo de la Clínica de Salud y Ortopédico San Juan de Dios, un módulo que será destinado a la rehabilitación. La construcción la lleva a cabo una pequeña empresa camerunesa, Mr. Magloire, un joven emprendedor al que los Hermanos han querido dar una buena oportunidad confiando sus obras.
Los comienzos siempre son difíciles, pero para una mujer, joven y extranjera, trabajar en obra en Camerún mucho más. Las personas que se acercan a curiosear se sorprenden de ver una mujer trabajando bajo el sol, mano a mano con los obreros.
Sin embargo, he de reconocer y valorar la buena relación y el respeto mutuo que hemos llegado a entablar todos los trabajadores, teniendo en cuenta que aquí la mujer es tratada aún en muchas ocasiones como un objeto, y donde la violencia machista es vista como algo cotidiano.
Cada día, a primera hora de la mañana, visitamos las obras el jefe de obra, Mr. Silvestre, y yo para ver el programa de la jornada. Es un hombre encantador y experimentado, siempre dispuesto a escuchar y a discutir sobre nuestros diferentes puntos de vista. Por cada discrepancia, surge un debate del que aprender. Como en cualquier obra hay que estar atenta a la calidad del trabajo, pero poco a poco ellos van adquiriendo algo de mi conocimiento y, por supuesto, yo del suyo, para lograr un buen trabajo en común.
Saber que una vez que se acaben las obras, el edificio servirá para ayudar a mucha gente, es gratificante. Y es que en África, además de todas las enfermedades de las que oímos tanto hablar, una razón principal por la cual acudir al hospital son los accidentes de tráfico (debido al uso masivo de moto-taxis y el mal estado de las calzadas) y, en concreto en Douala, de la construcción.
Es por ello que estoy convencida de la necesidad de una especialidad de este tipo en la zona. Tengo la suerte de vivir el día a día del módulo que está ya en funcionamiento, y veo como los pacientes encuentran aquí un apoyo y un consuelo, no solo una cura a sus enfermedades.