Tejiendo redes en Filipinas. La cultura del ahorro

El Convenio entre la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), InteRed, Codespa y FRS no pretende dar peces, sino que destaca por su voluntad de orientarse hacia la sostenibilidad. Una gran parte de su desarrollo, por tanto, ha consistido en llevar a cabo sesiones de orientación sobre la ayuda mutua y el ahorro, el ahorro y la gestión de desastres, talleres sobre la movilización de ahorros o alternativas vecinales de ahorro. Con esto parece haber prendido la chispa que ha alimentado el fuego de la creatividad empresarial y aunque al principio suena sencillo ha sido preciso visitar varias organizaciones con planes de ahorro en marcha para llegar a comprender el poder de esta herramienta multifacética.


No siempre es fácil detectar las necesidades cuando están tan arraigadas en la cultura propia que las damos por hecho; pero saber vislumbrar la necesidad de una cultura del ahorro ha sido sin duda uno de los puntos con más éxito de este Convenio. En los barangays visitados no existía el concepto del ahorro. Se trabaja para vivir y el dinero ganado se gasta o se reinvierte en la cosecha y los animales. En una zona vulnerable a los desastres naturales esto es especialmente grave, ya que una vez pasada la catástrofe se encuentran con su medio de vida temporalmente en suspenso, muchas veces sin hogar, y sin ninguna previsión ni provisión para el futuro.


¿Cómo funcionan estos grupos? Por lo general, recogen dinero con cierta frecuencia. Algunos tienen una tasa inicial que va de los 20 a los 50 pesos (entre 30 y 90 céntimos de euro), y posteriormente una cuota semanal o quincenal de entre 10 o 20 pesos (unos 20-30 céntimos). Pero una vez que el plan está en marcha se abren un montón de nuevas posibilidades.


En barangays como Gaoo (Tigaon) o Manzana (Lagonoy) utilizan su tradicional concurso infantil, en el que buscan «rey» y «reina» o «Constantino» y «Santa Elena» para recaudar fondos. Otro modo de incrementar las ganancias son los préstamos. En lugares como Santa Lourdes o Manzana las familias del barangay, que saben de la existencia de esos fondos, pueden solicitar un préstamo, con un bajo interés anual que normalmente no se cobra a los miembros. Y, confiesan ambas tesoreras, si la familia solicitante está pasando auténtica necesidad, tácitamente acuerdan no cobrar los intereses.


En Santa Lourdes (Sorsogón) tienen distintas ideas en marcha. Con el dinero acumulado tomaron ejemplo de otros programas del Convenio y usaron los fondos para comprar un cerdo; como en el cuento de la lechera, consiguieron que criase y con las ganancias de la ganadería han conseguido aumentar su capital hasta los 80.000 pesos, una cantidad nada despreciable (rondará los 1.320 euros). Y ese es solo uno de sus planes. Han aprendido a cultivar cúrcuma, una raíz que se usa mucho en el país tanto como especia como para tés, y planean molerla y venderla, y a medida que progresa la conversación van surgiendo nuevas ideas.


Una de las cosas más curiosas en Filipinas son los ubicuos tablones de transparencia. No hay oficina de gobierno que se precie donde no cuelguen todas las cuentas para que los ciudadanos y ciudadanas las vean. Esto viene dictado por la ley, y aunque no todas las unidades de gobierno consigan cumplirlo a rajatabla parece estar grabado a fuego en la mente de la ciudadanía. Quizá por eso toman diferentes medidas con los ahorros: la caja se guarda separada de la llave en algunos barangays; en otros, han inventado un sistema de libretas como en el banco, que funciona poniendo al día cada día de contribución de cada contribuyente, tanto con su saldo como con el monto total del grupo.


Estos grupos no solo suponen un alivio inmediato en caso de desastre; no solo benefician a la comunidad en caso de necesidad; no solo reportan tranquilidad a aquellos que son miembros del programa; son el germen del emprendimiento más imaginativo que suele ir acompañado por mujeres más empoderadas que pueden aportar económicamente al sostenimiento de su hogar y desarrollar su capacidad empresarial y su creatividad, y por grupos que comentan, sin excepción, que han dejado de ser vecinos que vivían «de puertas para dentro» a ser una auténtica comunidad. Y sobre todo les ha dado la capacidad de soñar en el futuro mientras hacen cuentas y planes.

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