En el «Día Internacional del Migrante 2022», con el coronavirus en retroceso, pero suponiendo todavía un peligro, Manos Unidas presenta dos de sus proyectos con personas migrantes en México y Perú.
Habitualmente, la línea que separa los conceptos de «refugiado» y «migrante» se centra en que los refugiados suelen escapar de una situación peligrosa en su región de origen, mientras que los migrantes dejan su hogar en pos de un futuro mejor lejos de la tierra que les ha visto nacer. Pese a esto, el camino del migrante es de todo menos sencillo: precariedad, futuro incierto, etc.
En la actualidad, según datos del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC), Siria, República Democrática del Congo y Colombia son los tres países del mundo con un mayor número de desplazados internos a causas de conflictos violentos.
El caso del país suramericano es especialmente llamativo, pues se trata del único del listado que no está oficialmente en guerra, y pese a ellos tiene números superiores a muchos países con conflictos bélicos en marcha. Sumado a esto, Colombia es además el segundo país del mundo que más refugiados acoge, venezolanos en su mayoría, solamente por detrás de Turquía, que es el destino principal de las personas que huyen de Afganistán y Siria.
En muchas ocasiones, al llegar al país de destino, los migrantes se encuentran en la terrible situación de ser considerados ciudadanos de segunda clase, complicando su acceso a los servicios básicos como la salud. Encima, sus posibilidades de acceder al mercado laboral suelen reducirse a trabajos precarios en condiciones peligrosas y/o insalubres, poniendo en peligro su vida, como ha sucedido en la construcción de los estadios del Mundial de la FIFA, celebrado en Qatar.
Además, en la época actual, y por culpa de la rapidez con que se propagan los bulos en las redes sociales, las personas migrantes tienen también que enfrentarse a informaciones falsas y medias verdades, que hacen que sean vistas con recelo por parte de la población del país de acogida o de paso.
António Guterres, Secretario General de la ONU, en un escrito publicado en la web oficial del organismo, afirma: «En la actualidad, más del 80 % de los migrantes del mundo cruzan las fronteras de forma segura y ordenada. Esa migración es un poderoso motor de crecimiento económico, dinamismo y entendimiento. Pero la migración no regulada por rutas cada vez más peligrosas -cruel dominio de los traficantes- sigue cobrando un precio terrible».
«Los derechos de los migrantes son derechos humanos. Deben ser respetados sin discriminación e independientemente de que el desplazamiento de esos migrantes sea forzado o voluntario o tenga autorización oficial. Debemos hacer todo lo posible para evitar la pérdida de vidas, como imperativo humanitario y obligación moral y legal», continúa el Secretario General de la ONU.
«Y necesitamos un mayor apoyo internacional a las inversiones en los países de origen para que la migración sea una opción, no una necesidad. No hay crisis migratoria; hay una crisis solidaria. Hoy y todos los días, salvaguardemos nuestra humanidad común y protejamos los derechos y la dignidad de todos», concluye Guterres, de forma contundente.
Nuestra entidad, Manos Unidas, impulsa desde su creación multitud de proyectos de desarrollo para apoyar a las comunidades migrantes de diferentes zonas del mundo, con el objetivo de que puedan establecerse como comunidades bien compenetradas y eso les ayude a asegurarse un futuro más estable en el país de recepción.
El trabajo de Manos Unidas con los migrantes venezolanos en Perú
Volamos ahora a Perú, donde tenemos un proyecto dedicado a facilitar el acceso a derechos de la población venezolana migrante y refugiada, junto a los misioneros Scalabrianos, nuestro socio local en la región.
En el país andino, inmerso actualmente en una convulsa situación política, el contexto migratorio continúa marcado fuertemente por los impactos de la pandemia de la COVID-19, a nivel económico y social.
El 60 % de los venezolanos presentes en Perú no tienen al menos una necesidad básica cubierta, es decir, no tienen acceso a alimentos, salud o educación. Además, muchos de ellos desconocen el proceso de regularización migratoria, que les podría ayudar a acceder a algunos de esos elementos esenciales.
En un caso de flagrante racismo institucional, la población migrante y refugiada quedó fuera de las medidas de apoyo económico que el gobierno promovió a causa de la pandemia.
Además, en tiempos de coronavirus, se ha agudizado la xenofobia y discriminación contra los migrantes, dándose casos especialmente graves de agresiones contra menores extranjeros.
Con este conocimiento de la situación, y queriendo dar una oportunidad a los migrantes llegados a la capital, Lima, el proyecto se ha centrado en ofrecer orientación legal y atención psicosocial humanitaria a los recién llegados.
En esta atención psicológica, se ha brindado asesoría y acompañamiento en el proceso terapéutico a personas migrantes y solicitantes de refugio frente al estrés, ansiedad, depresión, duelo, efectos de la COVID-19 entre otras realidades. Se han entregado de kits de alimentos y de higiene a personas migrantes y refugiadas en situación de vulnerabilidad.
La formación de alianzas con organizaciones de migrantes venezolanos ha sido esencial para la identificación de población migrante en situación de vulnerabilidad.
El apoyo de Manos Unidas a migrantes y defensores de los DDHH en México
Junto a las hermanas Scalabrinianas, hemos llevado a cabo un proyecto en México de acompañamiento integral a familias migrantes y defensores de DDHH.
Por desgracia, México sigue siendo un país con altos índices de violencia en contra de las personas que se dedican a defender, acompañar y/o promover los derechos humanos de las personas migrantes y refugiadas, a lo que se suma la indiferencia de las instituciones gubernamentales para investigar, prevenir y proteger, lo que hace perpetuar la impunidad.
En apenas 3 meses, de enero a marzo de 2022, se contabilizaron casi 80.000 personas migrantes nuevas en la Ciudad de México (CDMX).
El centro neurálgico del proyecto se sitúa en la Casa Mambré, un albergue y refugio en el cual se proporciona acompañamiento y acogida a los migrantes y refugiados que llegan al país azteca. En el último año, se ha atendido a más de 500 personas.
Durante la duración del proyecto, también se ha acompañado de forma integral a las personas defensoras de derechos humanos de migrantes y refugiados con el objetivo de profesionalizar su labor, disminuir los riesgos a los que se enfrentan y fortalecer su que hacer.
El Programa de Acompañamiento Integral (PAI) se compone de un equipo de profesionales que atiende a las personas migrantes y refugiadas desde el momento en que son identificadas como tal. Durante todo el proceso, la persona recibe atención y seguimiento desde las diferentes áreas, incluyendo la presencia de una psicóloga y una trabajadora social.
A las familias que planeaban quedarse en CDMX y no seguir su camino migratorio, se les ha animado y apoyado a inscribirse en cursos formativos para adultos y a registrar a sus hijos en los colegios para que pudieran continuar su educación.
Los cursos de formación y capacitación cubren áreas muy diversas de conocimiento: ciberescuelas, disciplinas artísticas, actividades deportivas, talleres de emprendimiento y capacitación para el empleo, de creatividad, arte, diseño digital y teatro; hasta clases de natación, box o judo, pasando por círculos de lectura, ciclos de cine debate, torneos deportivos o recorridos temáticos de cultura ambiental, identidad y memoria histórica, ciudadanía y derecho a la ciudad.
Respecto al apoyo a los defensores de derechos humanos de migrantes y refugiados, que suelen enfrentarse a duras represalias personales (incluido el asesinato), se les ha formado en temas de seguridad integral como protocolos, planes de seguridad, reglamentos, bitácoras y prevención de riesgos y autocuidado, con el objetivo de que puedan seguir llevando adelante su labor sin poner en peligro su propia vida.