Fuente: JRS y Entreculturas
La pandemia de COVID-19 ha agravado la crisis humanitaria que enfrentan los refugiados y migrantes venezolanos, que enfrentan una mayor vulnerabilidad y tienen menos garantías de acceso a los derechos. La falta de protección disponible en los países de acogida se ha vuelto más evidente a medida que miles de personas refugiadas y migrantes han tenido que regresar a Venezuela, dada la pérdida de oportunidades de generación de ingresos y vivienda para muchas de ellas.
Las personas migrantes y refugiadas venezolanas están expuestas a mayores riesgos por la propagación de la pandemia, tanto las que permanecen en las comunidades de acogida como las que han regresado a Venezuela. Carecen de acceso a viviendas seguras o adecuadas, agua potable y materiales de higiene. Además, se enfrentan a una inseguridad alimentaria severa, especialmente entre las niñas, los niños y las madres embarazadas, que presentan tasas más altas de desnutrición. Hay una falta generalizada de acceso a los servicios de salud, así como de información precisa sobre cómo enfrentarse a la pandemia de COVID-19.
Los niños, niñas y adolescentes representan uno de los grupos más vulnerables, especialmente en términos de dificultad para acceder a la educación.Una gran cantidad de menores venezolanos han tenido que abandonar la escuela antes de la pandemia,debido a la escasez de maestros, material escolar y cierre de escuelas. Asimismo, su acceso al juego, esparcimiento, cuidado y protección es limitado.Las familias venezolanas viven con una sensación constante de estrés y ansiedad debido a la falta de recursos para satisfacer sus necesidades básicas,lo que repercute en la salud mental y favorece comportamientos de aislamiento, agresividad y violencia.
En las últimas semanas esta situación ha empeorado aceleradamente.Decenas de autobuses llegan diariamente a las ciudades fronterizas de Colombia repletas de gente con la esperanza de llegar a su país. Las autoridades venezolanas restringen la entrada dejando a la mayoría de estas personas, en gran proporción mujeres y niños, esperando durante días a la intemperie, en espacios públicos, sin la atención debida y expuestos al contagio y otros riesgos, incrementados con el estigma de ser portadores del virus.Temerosas de ser confinados en Venezuela, en centros donde las organizaciones comunitarias no tienen acceso, muchos se ven forzados a llegar al país por pasos ilegales, llamados trochas, controladas por grupos al margen de la legalidad. Una vez en Venezuela, los retornados se enfrentan al rechazo de las comunidades debido al creciente temor de contagio asociado a la presencia de personas recién llegadas en el contexto de pandemia mundial.
Debemos considerar las necesidades de las personas venezolanas que viven en los países de acogida, en las comunidades fronterizas y las que permanecen en Venezuela o han regresado recientemente.Alentamos a donantes e instituciones internacionales a identificar oportunidades para satisfacer estas necesidades, que incluyen el acceso al agua potable, alimentos, servicios de salud y educación.
Desde JRS y Entreculturas agradecemos a la Unión Europea, al Gobierno de España, a la Agencia de la ONU para los Refugiados y a la Organización Internacional para las Migraciones sus esfuerzos en la coordinación de este importante evento. Tanto la sociedad civil como la población refugiada y migrante afectada deben ser incluidas en la planificación de la conferencia, en el evento mismo y en el seguimiento de sus resultados. Es fundamental que se establezcan oportunidades para la coordinación y comunicación entre las comunidades afectadas, donantes, gobiernos anfitriones y organizaciones encargadas de la ejecución.