Además de las 237 000 personas desplazadas, ya 164 000 han regresado a la ciudad, prácticamente destruida tras cinco meses de asedio (23 de mayo – 23 de octubre de 2017), aunque la zona cero de la batalla permanece cerrada. Los desplazados, muchos bajo fuerte estrés psicológico, apenas están recibiendo apoyo de la comunidad internacional. Dentro de la ciudad, la red de agua quedó destruida al 95%. Una de las cinco estaciones de bombeo está totalmente destruida y las otras cuatro necesitan reparaciones urgentes para ser operativas.
«Estamos hablando de un asedio intensivo sin precedentes en el país que duró cinco meses y que convirtió a Marawi en una ciudad fantasma», ha explicado esta mañana en un encuentro informativo Javad Amoozegar, que en 2017 dirigió la respuesta de emergencia de Acción contra el Hambre, la primera organización internacional en atender a los desplazados desde mayo y entrar en la ciudad cuando se declaró el fin del sitio.
«Aunque la batalla terminó oficialmente el 23 de octubre, siete meses después el nivel de destrucción hace imposible volver a la zona cero y 237 000 personas desplazadas [354 000 personas salieron inicialmente de la ciudad], todavía en asentamientos o en comunidades de acogida, cubren a duras penas sus necesidades básicas: dependen de la ayuda alimentaria y del agua comprada a proveedores privados o suministrada en camiones cisterna», explicó la responsable geográfica de Acción contra el Hambre en Filipinas, Benedetta Lettera. «A su delicada situación se sumó el 22 de diciembre, el impacto de la tormenta tropical Vinta, que afectó a 175 000 personas», añadió Amoozegar.
«Muchos de los desplazados eran agricultores o se alimentaban con su huertos periurbanos y han perdido sus medios de vida -explicaba Lettera-el sitio rompió completamente las dinámicas de mercado: Marawi había sido el principal centro comercial y suministrador de bienes a las comunidades ribereñas del lago Lanao, pero el impacto económico de la operación militar destruyó completamente el comercio».
Amoozegar advirtió por su parte del riesgo de radicalización de jóvenes sin salida ni expectativas de futuro: «encuentran en la afiliación a grupos yihadistas una opción de vida fácil en medio de un contexto de extrema pobreza. Lo que pasó en Marawi podría resurgir en cualquier momento en cualquier otro lugar de la isla de Mindanao».
Voces de Marawi: 5 meses de asedio en Filipinas
El equipo de Acción contra el Hambre en Marawi, que está ocupándose del suministro de agua potable y saneamiento básico en la zona, ha recogido testimonios de desplazados y retornadosen el dossier «Voces de Marawi» para tratar de dar visibilidad a una crisis poco conocida:
«Antes teníamos una casa grande, una panadería y una tienda de comida rápida. Ahora vivimos en un contenedor. Es difícil adaptarse a esta vida, sobre todo porque no sabemos cuándo podremos regresar a nuestro hogar», relata Aliyah Pacalundo (de 67 años) que aún no puede regresar a la zona cero de Marawi. Su marido sobrevivió 16 días sin salir de casa por miedo a los francotiradores a base de arroz y agua almacenada en galones.