La OCDE acaba de confirmar los datos de 2022 y lo muestra claramente: España ocupa el puesto 22 de 32 países donantes. En cantidad absoluta de AOD nos superan países mucho más pequeños como Noruega o Países Bajos. Incluso la Fundación Bill y Melinda Gates supera los 4.300 millones de dólares de la AOD española. El porcentaje destinado por nuestro país a cooperación alcanza un 0,3%, muy lejos aún del 0,7% comprometido en la nueva Ley de Cooperación. El margen de mejora, por tanto, es importante; la negociación de los presupuestos generales del Estado para 2024 debe garantizar la progresión presupuestaria para alcanzar el 0,55% al final de la legislatura (2027) y el 0,7%, en 2030.
Los datos de la OCDE muestran también una cuestión preocupante: en la contabilización de la AOD española, la partida destinada a atender a personas refugiadas en España ha pasado del 6% de la AOD, en 2021, al 21% en el año 2022. Una cuestión que no puede ser calificada como “desarrollo” y que, por tanto, requiere recursos adicionales y, en ningún caso, debería ocupar el espacio presupuestario destinado a la cooperación internacional para el desarrollo.
La necesidad de mejora
Según los datos de la OCDE, la AOD de los países donantes alcanzó un máximo histórico en 2022, llegando a un total de 211 mil millones de dólares. Sin embargo, al analizar los datos, se observa que este aumento responde fundamentalmente a la contabilización de los fondos destinados a la acogida de personas refugiadas, así como el apoyo a Ucrania que recibió un total de 28.700 millones de dólares, lo que la convierte en el país que más fondos recibe.
Tal situación crea enormes paradojas: los fondos de los donantes del CAD que se quedan en Europa son casi tres veces más que los destinados a América Latina y el Caribe. Además, por otro lado, pese al incremento total de la AOD se ha producido una reducción de la que se destina a África Subsahariana y a los países más empobrecidos (los denominados PMA).
0,7%: es posible (y urgente)
En 2022, cuatro países alcanzaron o superaron el 0,7% de la RNB para cooperación: Alemania, Luxemburgo, Noruega y Suecia. Esta situación demuestra que es posible cumplir los compromisos con la cooperación. Pero es que, además, en un contexto mundial como el actual con múltiples y complejas crisis, es más necesario que nunca.
Los primeros presupuestos de la legislatura, que se negocian en estos días, deberían dar cuenta del compromiso con la cooperación que defiende el Gobierno en foros internacionales.
Tal como recordábamos en nuestro análisis de los presupuestos para 2024: “España defiende en sus discursos los valores de la cooperación: los derechos humanos, la justicia global, la ayuda humanitaria, la protección del planeta o la igualdad de la mano de los feminismos. Sin embargo, mantiene todavía una profunda incoherencia en términos de compromisos presupuestarios reales. No fortalecer la cooperación alimenta la tensión entre los pueblos, el agravamiento de la desigualdad y la pobreza, la generación de conflictos o la pérdida de legitimidad en el ámbito internacional por incumplimiento reiterado de sus promesas”. Esperamos que los presupuestos que se aprueben demuestren que las palabras se reflejan en los hechos.