«El acceso a la tierra y el agua es uno de los grandes problemas globales del siglo XXI»

El presidente de CERAI, Pedro Escriche, señala que el acaparamiento de tierras está produciendo crisis humanitarias ya desde los años 80 del siglo pasado, un problema que va a más a pesar de los acuerdos internacionales. Los ciudadanos tenemos un papel crucial para hacerle frente, asegura Escriche, ya que «cuando consumimos decidimos cómo queremos que sea este mundo»

Fuente: Consumer

Alex Fernández Muerza

La tierra y el agua se han convertido en una inversión más para grandes empresas internacionales que buscan la máxima rentabilidad a corto plazo. El resultado: destrucción del medio ambiente y millones de personas en todo el mundo obligadas a salir de las zonas rurales, muchas veces por la fuerza de las armas. Este es el panorama que tratan de dar a conocer y combatir desde el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI), que está organizando un Foro Mundial sobre el Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales. El presidente de CERAI, Pedro Escriche, señala que el acaparamiento de tierras está produciendo crisis humanitarias ya desde los años 80 del siglo pasado, un problema que va a más a pesar de los acuerdos internacionales. Los ciudadanos tenemos un papel crucial para hacerle frente, asegura Escriche, ya que «cuando consumimos decidimos cómo queremos que sea este mundo».

«Millones de personas han sido despojadas de sus tierras en todo el mundo»


¿Por qué están organizando un Foro Mundial sobre el Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales?

El acceso a la tierra es uno de los grandes problemas globales del siglo XXI. En muchos países supone la expulsión de importantes grupos de población del acceso a la tierra de diferentes formas, aunque el más destacado es por parte de empresas, normalmente multinacionales, de enormes extensiones de tierra para cultivos de biodiésel (girasol, jatropha) alimenticios u ornamentales que no se quedan además en ese país. Por ejemplo, en países del África subsahariana se puede encontrar una compañía india que tiene 6.000 hectáreas dedicadas a cultivar flores mientras la población sufre hambrunas.

¿Cómo se ha llegado a esa situación?

Se trata de concesiones de los gobiernos para varios años. En esas tierras había agricultores sin títulos de propiedad y que son expulsados muchas veces por la fuerza de las armas. Son centenares de miles de hectáreas en todo el mundo desde finales de los años 90 del siglo pasado expropiadas de manera injusta, ilegítima y, casi diría, criminal. Se aprovechan de la falta de leyes y de la corrupción. En la página web Land Portal se reflejan los negocios y los lugares en tiempo real donde se producen.

¿Cuántas personas están afectadas por esta situación?

Millones de personas en todo el mundo. Los flujos de migración de las zonas rurales a las urbanas ocurren en lugares como África y América, pero también en Europa, en muchos casos son por agricultores desplazados de sus tierras.

¿Hasta qué punto pueden relacionarse las crisis ambientales con las humanitarias que cada vez van a más?

No es una crisis creada por la naturaleza, sino por el ser humano. Hay crisis humanitarias producidas por acaparamiento de tierras ya desde los años 80 del siglo pasado, como en Mauritania. Allí un proyecto del Banco Mundial para irrigar las tierras acabó en manos de unas pocas familias del Gobierno y desalojó de sus tierras a los campesinos que aún hoy son acogidos en campos de refugiados por ACNUR. Muchas veces es un proceso silencioso, nadie se está dando cuenta. Muchos de ellos acaban de inmigrantes hacia las grandes ciudades y Europa.


«La mayor parte de los países más pobres y con más conflictos tienen enormes recursos naturales»


¿Cómo calificaría la situación del acceso a los recursos naturales?

Muy preocupante. Y hablamos de tierra y también del agua. Cada vez hay mayor escasez de este elemento, y lo han convertido en un objeto de inversión de empresas importantes a nivel internacional que compran el servicio de prestación de agua. Hay muchos países, como en el África subsahariana, donde es un servicio privado al que la gente sin recursos no puede acceder. El problema del acceso a los recursos naturales se ha agravado a pesar de las reuniones internacionales.

¿De qué manera nos afecta en Europa?

En Europa se está produciendo un acaparamiento de tierras, también en España, como consecuencia de los procesos en la agricultura internacional y de la Política Agraria Común (PAC) europea. Se favorece la agrupación de explotaciones para promover, en teoría, la competitividad. De esta manera se produce una expulsión del mundo rural y que unos pocos propietarios tengan grandes extensiones de terreno que dedican normalmente a monocultivos con unas calidades ambientales muy discutibles en muchas ocasiones. El caso de la soja en América devastando la selva amazónica es muy conocido, utilizando agroquímicos sin control. En España tenemos la mayor extensión de cultivos transgénicos de Europa.


«Cuando consumimos decidimos cómo queremos que sea este mundo»


¿Estos procesos de producción son, entonces, insostenibles y destructivos con el medio ambiente?

Totalmente. Las empresas que plantean estas grandes inversiones vienen de sectores que nada tienen que ver con la agricultura. La tierra y el agua son un producto de inversión más, teniendo en cuenta que cada vez valdrá más como un bien escaso y con una población en aumento. Estos cultivos se hacen para sacar una rentabilidad lo antes posible, con el uso de prácticas destructivas con el medio ambiente.

Hace poco la ONU celebraba la cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). ¿Servirá para algo?

Los Objetivos del Milenio habían generado mucha expectación, y se han logrado algunos avances positivos. Ahora bien, el hecho de que se hayan marcado unos ODS muestra que no se ha logrado lo esperado. Ha habido un fracaso en algunos de los aspectos más importantes, y nada me hace pensar que vamos a tener más suerte con esta segunda oportunidad. Está bien que se hayan planteado, pero no se están poniendo los medios para alcanzarlos a nivel internacional. Los presupuestos de ayuda al desarrollo han caído en los últimos años en España más del 70% desde 2008, según datos de la Confederación de ONG españolas. En España estamos viviendo una crisis, pero la que se está viviendo en estos países es un huracán con situaciones muy difíciles.

¿Qué medidas serían necesarias para hacer frente a este problema?

Para empezar, cumplir los compromisos internacionales, como el famoso 0,7% que muy pocos países lo llevan a cabo. Hay que incidir en muchos aspectos, pero sobre todo en que estos países puedan desarrollarse de una manera libre y sin presiones externas. La mayor parte de los países más pobres y con más conflictos tienen enormes recursos naturales, mineros, energéticos, etc.: en Malí y Niger, minas de uranio de las que dependen las centrales nucleares de Francia; en el Congo está el coltán, oro, etc. Hay que regular a estas grandes empresas multinacionales, también españolas. También hay que promover los productos locales en estos países, donde se comercializan en más cantidad provenientes de fuera por la competencia desleal que se produce.

¿Qué podemos hacer los consumidores?

Tenemos un papel crucial. El consumidor debe estar cada vez más informado, para saber si los productos se han elaborado en unas condiciones justas para los trabajadores, respetuosas con el medio ambiente, y una vez que lo sepa, que actúe. El accidente de Bangladesh donde murieron miles de personas que trabajaban en unas condiciones inhumanas hizo ver a mucha gente esta situación y presionar a las grandes marcas. El consumo es una herramienta política: cuando consumimos decidimos cómo queremos que sea este mundo.

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