Fuente: EntrePobles
Ante la realización delWebinar Economía Feminista para no volver a la «normalidad», organizado por Entrepueblos, transmitido el día 9 de abril del presente año, y en el marco de la materia Mujeres, Tiempos y Vida Cotidiana, Ana Rodarte ha escrito el siguiente artículo.
¿Por qué añoramos las vidas antes de la pandemia?
Yo miro hacia atrás, hacia la época en la que aún trabajaba en uno de los gobiernos estatales de México, y rezumo estrés y enojo en mi día a día. Estaba presente físicamente, pero no tenía una relación con el resto de la gente. Me absorbían los deberes del trabajo y del hogar, y cuando tenía tiempo para mí, iba a eventos que me interesaban como si fueran una obligación más a cumplir. Lo peor es que, además de ahora saber que yo no soy la única que ha vivido este estilo de vida tan «particular», he reparado que dentro de mi posición de privilegios, estaba cegada a las realidades de otras mujeres latinoamericanas. Las dobles jornadas laborales –entre el trabajo remunerado y los trabajos de cuidados–, con sueldos míseros y en donde se pone en jaque la salud mental y física es solamente un ejemplo de las miles de vivencias que podemos encontrar a lo largo de América Latina. Y ante el desempleo, el hambre, el mayor riesgo de contagio, es a ellas a quienes la Covid-19 ha precarizado aún más.
Sí, el Covid nos trastocó la vida a todes, pero, como siempre,bajo este sistema capitalista y patriarcal, a unes más que otres.
Cuando «todo pase», ¿realmente queremos volver a estas dinámicas? ¿Por qué no buscamos repensar, en conjunto, en qué sentidos podríamos cambiar las vidas después del Covid? Este es el planteamiento con el que parte el Encuentro Virtual Economía Feminista para no volver a la «normalidad»: ¡Todas tenemos derecho a vivir dignamente!, en donde cuatro mujeres latinas y una mujer catalana se unieron para interpretar desde una perspectiva feminista las crisis en las que nos encontramos en la actualidad, con un énfasis en las diversos contextos latinoamericanos, y las posibilidades que se abren –y que podemos alcanzar- para el futuro pos-Covid.
En un primer momento, se establecieron las líneas teóricas sobre las que iban a versar los diálogos desde la voz de Cristina Carrasco, economista chilena, quien destacó la urgencia de reconocer la vulnerabilidad de todas las vidas, para darle la relevancia que merecen los trabajos de cuidados realizados por las mujeres, y que continúan sosteniendo este sistema en crisis. En el mejor de los casos, la doble presencia femenina (Torns, 2008) se ha visto reducida a un único espacio, en donde las responsabilidades socialmente impuestas sobre las mujeres impiden ahora por completo que incluso cuenten con un lugar físico para ellas mismas fuera de la dicotomía productiva/reproductiva.
Posteriormente, la economista colombiana Natalia Quiroga brindó un recorrido del abordaje de distintos gobiernos latinoamericanos hacia la crisis del Covid, en donde el denominador común es el aprovechamiento de esta coyuntura mundial para implantar lógicas de guerra y represión social generalizadas. Lo anterior lo ejemplificó con los recortes dados a los derechos sociales; el asesinato de líderes comunitarios; los discursos oficiales que refuerzan los roles de género sobre las mujeres –específicamente aquellos referentes a los cuidados–, además de enfatizar el alza existente en la violencia contra las mujeres en la actual etapa de confinamiento.
Asimismo, Verónica Gago, periodista y académica argentina, remarcó tres puntos de reflexión que continúan en diálogo ante las realidades actuales. Con ello, denunció la propagación de las deudas y la precariedad a la que nos hemos tenido que enfrentar todes; la necesidad de no olvidar con vistas al futuro que lo doméstico es imprescindible, y los desiguales estilos de vida entre clases socioeconómicas, los cuales han sido visibilizados con crudeza en estos últimos tiempos.
Enseguida se dio paso a escuchar la voz de Carmen Juárez, co-fundadora hondureña de la Organización Mujeres Migrantes Diversas en Barcelona, quien a través de una mirada divergente a las anteriores intervenciones, aterrizó el panorama de una de las realidades que encajan con la última afirmación de Gago: aquel de las mujeres racializadas que realizan trabajos precarizados ahora esenciales. Es aquí donde Juárez demostró que la teoría verdaderamente se encarna en los cuerpos de las empleadas de servicios domésticos que «cuidan de la vida en situación de explotación», la cual ahora es notoriamente exacerbada.
Finalmente fue Trinidad Cuesta, activista catalana en el sector de la salud, quien cerró el encuentro. Así como lo hizo Juárez, Cuesta habló desde un plano vivencial. Puso énfasis en los recortes realizados en los últimos años al sistema sanitario catalán. Como consecuencia de ello, únicamente se ha precarizado aún más la situación de sus trabajadores, que como sabemos, es un sector altamente feminizado, y de las personas migrantes sin acceso a los servicios públicos de sanidad. Cuesta reflexionó sobre cómo «cada persona tiene la vida que puede pagar» ante el decaimiento del Estado de Bienestar español.
Como mexicana migrante en Barcelona, las palabras de cada una de estas mujeres resonaron ampliamente en mí a dos ritmos: el de «acá», aquel que corresponde a mi entorno próximo físico y emocional, y el de «allá», en donde se encuentra gran parte de mi red de apoyo. Viví la ansiedad de «acá» al reconocer la fragilidad de mi cuerpo en las calles, en mi propio barrio, y al tener acceso restringido al sistema sanitario público catalán. Y la de «allá» a veces me sobrepasa: veo con impotencia cómo el presidente de México sigue perpetuando el rol de las mujeres como únicas cuidadoras en sus discursos; cómo desestima el alza de llamadas de emergencia por violencia doméstica (García y Rojas en El Economista, 2020), y su nulo interés por plantear una estrategia que permita hacerle frente a los 10 feminicidios diarios nacionales (González en Contralínea, 2020).
Pero justamente este encuentro virtual me ha asegurado que somos muchas, de distintos países, edades y contextos, las que estamos buscandovías alternativas a esta normalidad impuesta, y que podremos instaurar en el mainstream de la academia, las instituciones, y las comunidades.
Las propuestas presentadas por las ponentes discurrieron de la reflexión social, pasando por exigencias a los gobiernos, hasta acciones comunitarias a emprender. En el primer sentido, se cuestionó cómo será posible mantener el reconocimiento del espacio doméstico y sus dinámicas, hasta ahora invisibilizadas. Para ello, se ha recalcado que dentro de esta generalización en el imaginario colectivo, se coloquen a los cuidados como una responsabilidad de todes en todos los ámbitos, llevando incluso a que se reconfigure lo que es y no es trabajo. De esta manera se ha hecho poco a poco notorio que el trabajo realizado en el hogar realmente es un trabajo al que también se le dedica horas, esfuerzo y carga mental, aunque este no sea remunerado ni cuente con el mismo estatus social (Freixa, 2011). Bajo esta nueva percepción, se podrían gestionar incentivos desde instituciones públicas y/o la iniciativa privada para que los hombres se involucren activamente en los trabajos no remunerados y se permee su valorización en las sociedades (Moraleda, 2006).
En el segundo nivel de alternativas, mencionaron la necesidad del aumento del gasto social más allá de las excepcionalidades, empujando el establecimiento de un Estado de Bienestar funcional que garantice la subsistencia de toda la población, en específico otorgando la atención sanitaria a todas las personas, independientemente de su estatus migratorio y/o regularización administrativa. De igual forma, se expuso que dentro de ello se desmercantilizaran las infraestructuras del cuidado, iniciativa que es posible de enmarcar en las políticas sobre los tiempos de la ciudad. Estas políticas buscan que los servicios públicos y las variadas actividades correspondientes a ocio, trabajos, entre otros, se adapten y se puedan conciliar a los tiempos de las personas, sobre todo a los de las mujeres, al ellas contar actualmente con una doble jornada incapaz de adecuarse a los horarios establecidos en varios espacios (Lousada, 2007). Esto significaría que las ciudades pusieran a disposición guarderías, residencias geriátricas, y otros centros de cuidado en mayor número, de calidad, y con coste cero o reducido, liberando así mayor tiempo cotidiano a las mujeres para su disfrute.
Finalmente, desde las lógicas comunitarias, se instó a que se enraizaran los tejidos de cuidados en la auto-gestión, como lo son las redes de abastecimiento y los cuidados vecinales. Es en estos últimos que se tiene la posibilidad de desarrollar los bancos de tiempo comunitarios, los cuales agrupan a personas de un mismo barrio o comunidad, y se utiliza el tiempo como moneda de intercambio de servicios ofrecidos y recibidos en este círculo próximo, logrando que «su propósito sea social y su enfoque, local» (Simon, 2010). Dentro de estos se le da idéntico valor a las actividades a intercambiar, y se da la apertura para distribuir comunitariamente ciertos servicios de cuidados, propiciando el desarrollo de vínculos y una identidad en comunidad (Torns, 2001).
Igualmente señalizaron la importancia de que pasadas las restricciones de reunión masiva generadas por la posibilidad de contagio de Covid, se regrese a las calles a continuar las protestas emergidas en distintos países latinoamericanos en los últimos tiempos, pero sin olvidar la reflexión de fondo de la crisis sanitaria. Por ejemplo, haciendo eco para rechazar las medidas que seguramente negociarán los organismos financieros internacionales con los gobiernos latinoamericanos.
Ante este panorama, noto que cuento con una motivación personal proveniente desde mi país: las mujeres de los movimientos feministas mexicanos actuales. Siendo reflejo de la consolidación de lógicas comunitarias,ellas me motivan. A pesar de la situación atravesada colectivamente, la movilización observada en el 8M de este año no ha hecho más que aumentar, al trasladarse a una presencia online y denunciar desde dicho espacio las violencias contra las diversas mujeres mexicanas en este confinamiento.
Desde aquí hago el llamado a que continuemos con ese impulso, en México y el resto de Latinoamérica, lograndovisionar en conjunto un presente y un futuro dondedialoguemos y extendamos nuestras redes de comunidad, tanto para exigir que dejen de matarnos como para buscar uncambio sociocultural, alcanzando así un reparto equitativo de los tiempos y recursos entre mujeres y hombres. Es posible.Reinventemos.