Luces y sombras de la Cumbre del Clima

Coordinadora de ONG para el Desarrollo España

Con la resaca de la COP 25, hacemos balance de una cumbre que ha dejado más ruido que nueces. Entre las cuestiones más positivas: el papel de la sociedad civil mundial que le ha plantado cara a un sistema insostenible y en la parte negativa: falta de ambición y escasos avances ante la emergencia climática.

A punto estuvo de no celebrarse. Brasil, a quien le correspondía acoger la COP 25, se negó a organizarla. Chile tomó el relevo, aunque tuvo que soltarlo en un contexto de crisis social y de represión a la sociedad civil. España dio un paso al frente y la organizó en un tiempo record. Aunque ha habido críticas sobre un posible lavado de imagen del gobierno chileno –que mantuvo la presidencia–, no celebrarla habría sido nefasto para el mutilateralismo en materia ecológica y un triunfo para los jefes de Estado negacionistas.


La coordinación del Gobierno español aseguró la presencia de ONG y colectivos socialesen los distintos espacios de la Cumbre. Garantizar la participación de la sociedad civil en un tiempo escaso no era tarea fácil.


Un actor que continúa abriendo las alamedas


Si algún actor ha arrojado luz en estas dos semanas ha sido la sociedad civil global, con el protagonismo de los colectivos más jóvenes. Organizaciones de todo el mundo tuvieron que cambiar sus planes de viaje a Chile, reorganizar sus equipos, coordinarse internacionalmente, hacer cambios de última hora. Todo ello, con escasos recursos. Los esfuerzos colectivos dieron sus frutos y garantizaron su presencia tanto en la Cumbre oficial como en la Cumbre Social Climática.


El día 6 de diciembre, más de 500.000 personas ocuparon las calles de Madrid en una manifestación por la justicia climática que fue histórica.


Durante dos semanas han desenmascarado a Gobiernos negacionistas o escasamente comprometidos, han sacado a la luz el lavado de imagen de las grandes empresas cuya actividad es muy poco ecologista, han narrado en primera persona los riesgos de defender la tierra, han tejido alianzas y propuestas. El momento más relevante fue el día 6 de diciembre, cuando más de 500.000 personas ocuparon las calles de Madrid. Una manifestación histórica por la justicia climática en la que estuvieron muy presentes los pueblos indígenas y la juventud.


El papel de los pueblos indígenas en estas dos semanas ha sido crucial para arrojar luz sobre el papel que han jugado históricamente en la defensa de la Tierra: son el 5% de la población mundial y protegen el 80% de la biodiversidad del planeta. Sus propuestas demuestran que hay alternativas reales que protegen la naturaleza y garantizan la vida en entornos saludables.


Decisiones que no están a la altura de los enormes retos


El resultado de la Cumbre ha sido muy poco ambicioso teniendo en cuenta que, tras la firma del Acuerdo de París, solo se ha alcanzado un tercio de los esfuerzos acordados. No queda claro que los países vayan a publicar sus planes para reducir las emisiones antes de la Cumbre de Glasgow de 2020. Grandes Estados como Australia, India, Arabia Saudita y Brasil han caído de nuevo en la falta de responsabilidad ante las evidencias de la ciencia que alertan sobre un camino de no retorno. Los dos últimos informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático sobre ecosistemas terrestres y océanos muestran que las oportunidades para no superar la temperatura global más allá de 1,5Cº se estrechan y las consecuencias del cambio climático comienzan a ser irreversibles.


Los países que más contaminan no han sido capaces de destinar recursos financieros adicionales para lo que se conoce como mecanismo de «pérdidas y daños». Una herramienta para compensar los efectos más negativos que el cambio climático tiene sobre los países más pobres que, aun siendo quienes menos contribuyen al cambio climático, son los que más lo sufren.


Si algo evidencia esta Cumbre es la enorme brecha entre la sociedad civil global y la inacción de los Gobiernos.


Tampoco se ha conseguido llegar a un acuerdo de mínimos en el artículo 6 sobre los mercados de carbono para la compensación de emisiones. Es decir, financiación de actividades que absorban carbono atmosférico o que reduzcan la emisión que se genera en una determinada actividad. Las propuestas realizadas por algunos países minaban la integridad y transparencia del sistema, y atentaban contra la protección ambiental y los derechos humanos; particularmente, los de los pueblos indígenas que son quienes más aseguran la conservación del planeta. La mayoría de las organizaciones especializadas consideran que es mejor no tener un acuerdo en este tema que tener un mal acuerdo.


A última hora se consiguió aprobar el Plan de Género, esencial para asegurar que en las negociaciones participan mujeres y que las decisiones y acuerdos que se toman tengan un enfoque de género.


El contexto mundial que enfrentamos exige respuestas que estén a la altura. Europa se ha comprometido a ser neutra en carbono en 2050. Comienza ahora el camino hacia la COP26 en Glasgow; hasta entonces, los países deberán hacer los deberes. España y Europa tienen la oportunidad de dar ejemplo y tomar medidas que concreten los planes de reducción de emisiones y aumenten la ambición hasta 2030. La sociedad civil mundial continuará vigilando porque si algo evidencia esta Cumbre es la enorme brecha entre la sociedad civil global y la inacción de los Gobiernos.



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