Cerca de un centenar de activistas de diferentes puntos de la Comunitat Valenciana, del resto de España, de África y de América Latina se dieron cita el lunes –Día Internacional por la Justicia Global– en València, para poner en común el trabajo que están realizando desde las ONGD de cooperación internacional y movimientos sociales como el juvenil, el ecologista, el feminista, el antirracista y entidades que impulsan la economía solidaria. El encuentro tenía como objetivo establecer alianzas que permitan hacer frente a la crisis de sistema a la que nos enfrentamos.
En la apertura del foro “Conectando derechos: luchas colectivas y cooperación internacional en el Antropoceno” -organizado por la Coordinadora Valenciana de ONGD-, el profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Alicante Carlos Gómez Gil puso de manifiesto los nuevos problemas que está generando el incremento de la acumulación de la riqueza en unas pocas manos.
“En 2022, el 10% más rico del planeta acumulaba el 76% de la riqueza global, mientras el 50% más pobre apenas tenía el 2%. Esta concentración de la riqueza es insoportable y está haciendo surgir nuevos colectivos ultravulnerables. También se está recrudeciendo la persecución de las personas que defienden los derechos humanos y sus tierras frente a los abusos de las grandes empresas, y se está produciendo el expolio de comunidades locales en América Latina y África con mecanismos como el mercado de emisiones de CO2, supuestamente diseñado para luchar contra el cambio climático”, explicó Gómez Gil.
Alianzas
Frente a esta crisis de sistema, desde las ONGD y los movimientos sociales se defendió la necesidad de avanzar en la generación de alianzas internacionales que visibilicen las alternativas que respetan a las personas y al planeta. “El futuro es ahora. Los movimientos sociales tenemos un papel protagónico en la construcción de un gran acuerdo por la justicia social y ecológica, porque somos internacionales y nos conectamos con un coraje que temen los poderosos”, afirmó la presidenta de la Coordinadora Valenciana de ONGD, Cristina Ramón.
En el ámbito del medio ambiente compartieron experiencias Rubén Ferrer, de Fridays For Future–Joventut pel Clima, y Janaina Strontzake, del Movimento dos Trabalhadores Sem Terra de Brasil. Ferrer explicó cómo en este modelo económico de crecimiento infinito, infraestructuras como los puertos son esenciales para un comercio internacional basado en la explotación de los países empobrecidos y en la generación de exclusión y desigualdad. Por eso, Joventut pel Clima trabaja para que se detenga la ampliación del puerto de València y se apueste por modelos económicos más sostenibles. Por su parte, Strontzake defendió el impacto brutal sobre la naturaleza y las personas de ese modelo económico, y la necesidad de organizarse en colectivos. “La acción individual no producirá los cambios que se necesitan”, afirmó.
Desde los movimientos juveniles, Sara Santoclides, de Talento para el Futuro, planteó la necesidad de cerrar la brecha intergeneracional presente en nuestras sociedades, que llevan a la desafección política. «Las políticas públicas no están diseñadas teniendo en cuenta los intereses de las personas jóvenes y como resultado no participamos. Y si no participamos, nuestros intereses no se reflejan. Es un bucle que hay que romper», afirmó. La representante de Talento para el Futuro defendió la generación de alianzas para recuperar la confianza de la juventud, generar redes y comunidades de personas jóvenes que quieran cambiar el mundo y desarrollar proyectos transformadores que aborden cuestiones como el desempleo y la precariedad, la movilidad humana y la participación cívica.
Recuperar el mundo rural
Desde el ámbito de la economía social y solidaria, se compartieron las experiencias del Col·lectiu de Llauradores Agroecològiques (Ecollaures) de la Comunitat Valenciana, y del banco comunitario Justa Troca, de Brasil. Daniel Martinez Rubio, de Ecollaures, explicó que las personas que producen los alimentos que comemos son el eslabón más vulnerabilizado de la población aquí y en todo el mundo. “La renta agraria en España es tan sólo el 40% de la renta media estatal”, afirmó.
Martínez Rubio también defendió la necesidad de la agroecología y de la soberanía alimentaria: “Es una respuesta al cambio climático pero, además ,tenemos que tener claro que cada pueblo tiene que ser capaz de producir su propio alimento porque si no somos soberanos alimentariamente estamos vendidos”, añadió.
Nelsa Fabian Nespolola, de Justa Troca, insistió en que “no es posible ser feliz en una sociedad que no es igualitaria”. Los bancos comunitarios combaten la desigualdad con la creación de monedas propias, microcréditos, formación y creación de redes y cadenas de producción, precios justos y beneficios que vuelven a quien trabaja. “Las mujeres están siendo protagonistas del cambio, están impulsando un mundo que pone en el centro la vida y los cuidados frente al individualismo del sistema capitalista”, explicó.
Reconocer derechos
Desde el ámbito de las migraciones, participaron Silvana Cabrera, de Regularización Ya! y Salomé Carvajal-Ruíz, académica y activista de la Colectiva Resistencia Migrante Disidente. Cabrera exigió el pleno reconocimiento de los derechos de las personas migrantes. “Durante la pandemia se nos reconoció como esenciales, como cuidadoras, limpiadoras, temporeros, repartidores… Ahora hemos sido dejadas atrás por el Gobierno. Queremos la regularización de todas las personas migrantes y sentarnos con las Administraciones, porque sin nosotras no se puede avanzar ni velar por el buen vivir”.
Por su parte, Carvajal-Ruíz, defendió la educación como un espacio de transformación radical, y habló de la necesidad de un “activismo académico”, con la incorporación en la universidades de personas racializadas que puedan impulsar “la producción de conocimiento y saberes colectivos que ofrezcan una historia distinta a la hegemónica”.
Desde El Salvador, Larissa Margarita Villacorta Álvarez, de la organización feminista Las Dignas, habló de cómo pervive en pleno siglo XXI la desigualdad entre mujeres y hombres impuesta por el sistema patriarcal. “En muchos países, aún no es una realidad el acceso a sistemas de salud integrales, a la protección de la salud sexual de mujeres y niñas, a la prevención del embarazo infantil que en El Salvador, por ejemplo, sigue siendo un gran problema social. No existen sistemas judiciales que defiendan a las mujeres de la violencia machista, ni independencia económica real de las mujeres. Tenemos que construir más solidaridad y trabajar con lideresas locales para que puedan impulsar estos cambios”, explicó.
La cooperación internacional, clave
Las ponentes también reflexionaron sobre cómo la cooperación internacional contribuye a fortalecer los movimientos sociales. Desde Ecollaures, explicaron cómo en sus encuentros con campesinos y campesinas de otras partes del mundo se dan cuenta de que los problemas son comunes, y de que pueden aprender y reforzarse mutuamente. “Tenemos que reflexionar desde la humildad sobre lo mucho que tenemos que aprender de las experiencias que se están desarrollando en América Latina, donde tienen un nivel de organización política impresionante en el ámbito rural, frente a la decadencia que se vive en Europa”, explicó Daniel Martinez Rubio.
Desde Colombia, Aracelly Peña Serrano, de Jóvenes hacia la Solidaridad y el Desarrollo, y desde el Salvador, Larissa Margarita Villacorta Álvarez, de Las Dignas, apuntaron la importancia de la cooperación internacional para contar con recursos que permitan empoderar a las comunidades para cambiar la realidad, pero no sólo eso: “La cooperación nos permite conectarnos con otras redes para avanzar en el derecho a la salud, en la lucha contra la violencia machista, en el ecofeminismo, en proyectos con enfoques decoloniales y con plena participación de las comunidades afectadas”, explicó Villacorta.
Otras miradas
En este sentido también hubo críticas a la mirada paternalista y asistencialista de algunas formas de hacer cooperación internacional. “La cooperación debería cambiar de nombre y llamarse ‘reparación’. Es necesario cambiar las narrativas incluyendo a las personas migrantes y racializadas en la cooperación para incorporar nuevas miradas alejadas del eurocentrismo. Tenemos que cultivar los afectos, cambiar la forma de vincularnos, incorporar miradas transfronterizas e intercambiar luchas, pero siempre desde el corazón. Porque cuando algo te toca el corazón, te mueves”, añadió Silvana Cabrera.